La falta de conciencia de clase, el
desinterés y la mala formación política han creado una crisis política aguda en
la República Dominicana que imposibilita el surgimiento de un proyecto político
de clase y por lo tanto, nos mantiene bajo el yugo de la burguesía. Por un lado
está el proletariado, que al no poseer conciencia de clase , desconoce su rol
como vanguardia de la revolución y se
desentiende de la política quedando a merced de los intereses de la burguesía,
por otro están las masas que frente a su realidad social se ven obligados a entrar
al juego del clientelismo político y el
populismo, y por ultimo, están las clases medias que, dada su condición de
clase, ven la política no como un medio sino como un fin, pues su ignorancia
les hace creer que administrando honestamente el Estado pueden acabar con la
desigualdad social que aqueja al pueblo, obviando que la misma no viene dada
por la mala administración del erario, sino más bien por la desigual
distribución de las riquezas.
Lo ya expuesto, sumado al desastre
cometido por los partidos mayoritarios, viste la política con un aura de negatividad que crea en el pueblo una apatía y
un desinterés político que es claramente aprovechado por la élite para
dar continuidad a su proyecto de clase. La élite, a quien nunca veremos en campaña o apoyando
directamente a un candidato, utiliza a los políticos como alfiles de guerra
para mantener sus privilegios de clase y de paso hacer creer al pueblo que su
condición social y económica es fruto del desastre político del gobierno de
turno.
Aquí entra al campo de juego la ardua
tarea que tiene por delante la izquierda y su discurso. Es innegable que si
pretendemos lograr cambios reales debemos hacer que la clase obrera y las masas
se ideologicen y se politicen. Pero no organizarse bajo las condiciones de
juego del sistema; la burguesía ha creado un sistema basado en sus reglas y sus
métodos, el cual siendo objetivos, no está creado para la prosperidad de las
mayorías, de ahí que debemos tener presente que, las masas deben organizarse,
pero no bajo el manto politiquero burgués, sino bajo la ideología del partido obrero
y hacia allá debe encaminarse nuestro discurso.
Debemos tener un discurso diferente a los
partidos tradicionales, un discurso que cree conciencia de clase, que haga
cambiar el sentimiento derrotista que hay en los oprimidos y que muestre una
luz al final del túnel. Un discurso que les haga ver su realidad y que mediante
la formación y la criticidad, el pueblo
se dé cuenta que los males padecidos, no son
fruto de la casualidad, sino de los intereses de la burguesía, y que su realidad puede cambiar, en fin, las masas necesitan de un discurso político
esperanzador.
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