En
años recientes hemos sido testigos del auge que han tenido los llamados
movimientos sociales. La pequeña burguesía, clase social que históricamente se
ha caracterizado por su activismo político, se ha apoderado del escenario de
protestas políticas por reivindicaciones sociales y ciudadanas.
Esta
clase social ha ocupado las primeras planas de los periódicos con sus
reivindicaciones por una mayor democracia participativa, con su lucha contra la
corrupción en el Estado, con sus demandas de mejoras en el sistema de salud y
educativo, entre otros temas. Dichas luchas han tenido mucha trascendencia y
han puesto en la palestra los temas de interés de la pequeña burguesía. Cabe
mencionar que ha sido una lucha reformista en contra de los gobiernos de turno;
nunca estos movimientos, siquiera, han puesto en tela de juicio el sistema de
opresión social imperante.
Entonces nos preguntamos: ¿Cómo los comunistas, que aspiramos a la destrucción de la
sociedad dividida en clases, podemos articular nuestros objetivos con los
movimientos sociales existentes de la pequeña burguesía que solo busca una
mejora del sistema actual?
A
mediados del siglo XIX, cuando el término “movimiento social” empieza a tomar
relevancia, se usaba para referirse a organizaciones que buscaban un tipo de
cambio revolucionario, y tenía como fin la instauración de un régimen
socialista. Hoy día el concepto se ha diversificado y ampliado: los movimientos
sociales son escenarios sociopolíticos que permiten la confluencia o
convergencia de diferentes estratos de la sociedad en torno a objetivos y
reivindicaciones que van más allá de los intereses específicos de una clase
social.
El
crecimiento exponencial que reflejan los movimientos sociales ciudadanos es
inversamente proporcional al que presentan los partidos de izquierda y el
movimiento obrero. Estos últimos no solo
han visto mermar su incidencia en la correlación de fuerzas del
escenario político nacional, sino que también el número de miembros de sus filas
ha ido en picada.
Vista entonces la actual correlación de fuerzas políticas, se hace
propicio señalar que es oportuna y acertada la participación de los
comunistas en luchas por
reivindicaciones sociales que vayan en beneficio de varias clases sociales:
mejoras en el sistema de salud, protestas contra la desnacionalización de
descendientes de inmigrantes o lucha por aumento salarial. Asimismo,
entendiendo que los movimientos sociales no se limitan al ámbito político, sino
que se expanden al ámbito cultural y artístico,
es visto como bueno y válido la motivación y creación de movimientos de
dicha índole.
Pero
no es la simple participación en dichas protestas lo que como revolucionarios
debemos perseguir; estos espacios deben
de ser usados para difundir el pensamiento revolucionario. Llevar a estos
sectores nuestras concepciones de
cambio, hacer ver a las demás clases
sociales que si se pretende lograr cambios significativos y reales, los ataques
no deben limitarse a la superestructura del sistema, sino que deben estar
dirigidos a la infraestructura, la parte económica del mismo, puesto que es
aquí donde el capitalismo genera la desigualdad y la explotación social que
tanto nos aquejan.
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