lunes, 31 de marzo de 2014

El partido revolucionario marxista

Por Gabriel Bonilla García, obrero.

Un partido revolucionario de ideas Marxista genuinas, propone ser la herramienta principal de lucha de los oprimidos por su liberación de Clase. De aquí la necesidad de la construcción de un Partido de la Clase Obrera, Campesina y masas oprimidas, compuesto esencialmente por ellos. Esta es la llave del asunto. Un Partido de Trabajadores, no puede ser dirigido por burgueses, pequeños burgueses o intelectuales de la pequeña burguesía, pues ellos arrastran consigo, los vicios de la cultura burguesa, del individualismo y el interés particular y de grupos. Los elementos de estos Estratos de clase que eventualmente se acercarán al Partido de los Trabajadores, chocarán de frente con la necesidad principal de su rompimiento definitivo con su condición de clase que se halla sujeta a su subordinación obligatoria, si no por mandato, a la disciplina y el programa revolucionario del mismo. De no ser de este modo, el peligro de la Dictadura de casta acecha más agudamente que antes a la clase revolucionaria que es la Clase Trabajadora. 

La participación democrática de las masas en un gobierno revolucionario, comienza precisamente desde lo interno del partido de la clase trabajadora, partiendo desde la aparición de sus núcleos y células nacientes. La democracia interna es el embrión de lo que será el Estado revolucionario y por tanto la sociedad socialista.

El culto a la personalidad hacia un líder es el producto directo de la dictadura de una camarilla rodeada favorablemente por elementos de la pequeña burguesía y de la intelectualidad. Este tipo de defectos en el “comunismo” del siglo XX lo hemos visto en todos los países en donde los trabajadores en masa derrocaron a las burguesías de esas naciones, comenzando en la Unión Soviética, que tras su degeneración burocrática, fomentó la creación de Estados obreros deformados, un fenómeno encabezado principalmente por Joseph Stalin. También ocurrió algo similar en Cuba, donde una guerrilla, amparada en el movimiento activo y militante de las masas, impulsa un gobierno de carácter socialista, pero dirigido desde arriba por una burocracia dictatorial que todavía (más de cincuenta años después) sigue dirigiendo el Estado al margen de la masas proletarias y masas campesinas.

En definitiva, el adoctrinamiento de las masas alrededor del culto a un líder, no tiene nada que ver con el liderazgo de Clase. En esto, la burguesía ha sabido actuar con cautela, porque cuando le conviene, impone la dictadura militar y cuando esto es un inconveniente, sigue dando curso a su Dictadura democrático-representativa.

¿Pueden las masas ser educadas para mantener el equilibrio de su gobierno? Sí. Lo aprenderán si un liderazgo consciente de su clase fomenta su participación activa en todas las decisiones políticas y económicas.


Gabriel Bonilla García, obrero.

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