En República
Dominicana ha surgido una contradicción poco común en un Estado burgués: la
burguesía enfrentada al gobierno. Dicha contradicción se da en el marco del
debate sobre la Reforma al Código de Trabajo, específicamente en el tema de los
salarios.
La
burguesía nacional, que pretende lograr una nefasta reforma al de por sí mal logrado
Código de Trabajo dominicano, plantea que la economía dominicana presenta una
fuerte incapacidad para crear empleos formales, estables y productivos, por lo cual los trabajadores optan por el
trabajo informal; el gobierno de Danilo Medina, que desde sus inicios se ha
encargado de estimular el crecimiento de la mediana y pequeña burguesía,
plantea a través de un estudio realizado por el Banco Central que la gran tasa
de informalidad que presenta la economía nacional se debe al poco atractivo de los salarios que
ofrece el empresariado, de ahí que los trabajadores prefieran trabajar por
cuenta propia.
Al ser
un tema de gran interés nacional y conocerse la deplorable condición del
proletariado, diversos sectores de la sociedad han mostrado su preocupación por
el tema, pero el gran protagonista, el proletariado, aún no hace acto de
presencia, pues si bien es cierto que los sindicatos se han expresado en cuanto
al tema de la reforma laboral, es sabido que éstos son solo nominales: siglas
que se sientan en la mesa a negociar con la burguesía y no velan por los intereses del
proletariado, de ahí que los intereses de la clase obrera descansan en los
hombros del gobierno y la burguesía, actores que por su naturaleza son
depredadores natos del mismo.
He aquí
el tema en cuestión: la burguesía ha traído sin querer el tema a la mesa del
debate, pero no hay manera de que dicha discusión y negociaciones entre los
actores mencionados, traigan resoluciones que favorezcan la vida de la clase
trabajadora de nuestro país, pues la burguesía plantea que un aumento salarial
restaría competitividad a nuestra economía y el gobierno no busca defender los intereses de la clase
trabajadora, sino a las peñas y medianas empresas. El proletariado debe
empoderarse y tomar el rol protagónico en el tema, pero no apoyándose en los
viejos organismos sindicales, sino creando
nuevas organizaciones que estén formadas por verdaderos trabajadores,
que defiendan a capa y espada sus intereses y los representen en el debate.
Pero
dichas organizaciones no deben limitarse a
seguir la agenda económica de la burguesía, sino que deben proponer y
llevar el debate más allá: plantear su propia propuesta de reforma al Código de Trabajo,
porque en el modelo económico capitalista, si el proletariado pretende lograr
verdaderas y permanentes mejorías, no puede sentarse a pedir derechos: debe de
conquistarlos y de paso llevar dicha lucha al terreno político para así poder
cambiar su situación.
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