En República Dominicana vive una alta población de
inmigrantes haitianos que se han visto forzados por motivos económicos y
políticos a abandonar su país natal.
Con la vasta
comunidad haitiana residente en el país compartimos cotidianamente nuestros
barrios, lugares de trabajo, medios de transporte, centros comerciales,
hospitales, entre otras cosas.
Los problemas
que afectan a la población dominicana son los mismos que enfrenta día a día la
comunidad haitiana residente en República Dominicana: carestía de los
alimentos, inseguridad, servicios públicos deficientes, bajos salarios, entre
otros.
A los males
que ambas comunidades padecemos por igual, la comunidad haitiana como parte de
la clase obrera dominicana y a la vez el eslabón más débil de la cadena de
oprimidos, le suma los constantes abusos a que son sometidos por su condición
de inmigrantes, la mayoría indocumentados: no se les incluye en el sistema de
seguridad social, sus derechos laborales les son negados, no tienen vacaciones,
no gozan de cesantía ni bonificación.
La comunidad
haitiana es el chivo expiatorio para una buena parte de los males que padecemos, de ahí que cualquier incidente
entre personas de ambas comunidades se vea convertido, por los prejuicios
raciales y sociales promovidos y difundidos por los sectores económicos que se
lucran, en un enfrentamiento entre ambos pueblos.
Las
condiciones de vida de la inmigración haitiana no son muy diferentes a las de los nacidos en este lado de la isla
llamado República Dominicana, y la responsabilidad de su miseria y explotación
recae sobre la misma clase social de este o aquel lado de la frontera
imaginaria. Son comunes nuestros enemigos y también lo son nuestras luchas.
Como marxistas
entendemos que la clase obrera no tiene patria. En las condiciones actuales
exigimos plena libertad de movimiento de la clase obrera así como el capital
tiene plenos derechos de moverse hacia donde más beneficios obtenga; plenos
derechos de ciudadanía para toda persona migrante.
La clase
obrera es una sola independientemente de su origen nacional, del color de su
piel, de su género, de su idioma. Nuestra carta de triunfo es la unidad en
nuestras luchas contra toda forma de explotación y opresión.
¡Unión,
organización y lucha!
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