Con la llegada al poder en 1999 de Hugo Chávez en Venezuela, se abrió en
la América Latina una nueva etapa del populismo izquierdista. Este hecho se da
en medio del reflujo y la bancarrota ideológica de esa izquierda fruto del
derrumbe del auto denominado ‘’socialismo realmente existente’’ en la URSS y
sus países satélites.
Al triunfo electoral de Chávez en Venezuela siguieron otros en Ecuador,
con Rafael Correa, Bolivia, con Evo Morales, los Kirchner en Argentina. Como
parte de esa nueva oleada de populismo de izquierda de la región pueden
considerarse el ascenso al gobierno en Brasil de Lula da Silva, el Frente
Amplio en Uruguay y Michelle Bachelet en Chile, aunque estos últimos tuvieron
un matiz más bien socialdemócrata. También se relaciona con este resurgimiento
del populismo en el continente el regreso al poder por la vía electoral de
Daniel Ortega y el Frente Sandinista, en Nicaragua, y de la otrora guerrilla
del FMLN en el salvador.
No es la primera vez que en la América Latina se da este fenómeno: Lázaro
Cárdenas, en México en la década de los años 30 del siglo pasado, Juan Francisco Velasco
Alvarado, en
Perú, en la década de los 60, Omar Torrijos, en Panamá, en la década de
los 70, por sólo citar algunos casos.
La izquierda de la América Latina ha tenido siempre una predilección por
el populismo, generalmente de tipo mesiánico y caudillista, probablemente por
la composición de clase de la misma, la cual ha sido siempre mayoritariamente
nutrida por clases intermedias entre los explotadores y los explotados:
profesionales, estudiantes, artesanos, pequeños comerciantes, etc.
La característica principal del populismo de izquierda de ayer y de hoy
en la América Latina, es una retórica revolucionaria acompañada de una práctica
política reformista: se implementan políticas generalmente enfocadas a la
estatización de los recursos naturales que generan mayor ingreso, y se financia
con ello proyectos asistencialistas que en nada fomentan ni potencian el
desarrollo político y económico de las clases explotadas en pos de su
liberación.
La mayoría de las transformaciones llevadas a cabo por esos gobiernos de
tipo populista de izquierda de la América Latina, se quedan en la
superestructura, en el ordenamiento
jurídico-político, pero dejan intactas las relaciones de producción, no tocan
ni con el pétalo de una rosa el ordenamiento económico que permite la posesión
privada de los medios de producción, que es lo que permite que una parte de la
sociedad se enriquezca con la explotación de la fuerza de trabajo de otros,
sumiéndolos en la pobreza, es decir, dejan tal como la encuentran, las
estructuras económicas que generan la desigualdad social.
El populismo de izquierda de ayer y de hoy en la América Latina, al igual
que la socialdemocracia en Europa, lejos de ser un avance en la transformación
revolucionaria de nuestras sociedades, ha sido y es un muro de contención a la
verdadera revolución social en nuestros pueblos, un freno a los cambios
estructurales necesarios para acabar con la explotación y la opresión que
generan tanta desigualdad en nuestros países, amén de que, después de cada
fracaso del populismo de izquierda, nos sobreviene un gran reflujo político e
ideológico en las fuerzas del cambio en nuestra región.
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La chispa es el medio de comunicación del
Partido Comunista.
Santiago, República Dominicana.
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Redacción : Winston Rodríguez Radhamés
Mendoza Fátima
Pumarol Alfredo
García
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