La
República Dominicana cuenta con una considerable cantidad de proletarios
haitianos distribuidos esencialmente en el área de la construcción y las
labores agrícolas.
La
presencia de mano de obra haitiana en el país data de principios del siglo XX,
con la importación de grandes grupos de braceros haitianos que suplieron la
demanda de trabajadores que exigía la creciente industria azucarera del país,
especialmente en la zona Este.
Por
su calidad de inmigrantes, históricamente la mano de obra haitiana ha sido
bastante vulnerable y sobre explotada tanto por la burguesía, como clase, como
por el Estado en calidad de empleador. Y es que, al no poseer los pocos
derechos de los que gozan los trabajadores dominicanos, la clase trabajadora
haitiana se ve forzada a trabajar bajo condiciones inhumanas y con salarios por
debajo del mínimo establecido por ley. No conformes con esto, muchos
empleadores en ocasiones ni siquiera les pagan lo acordado por la compra de su
fuerza de trabajo.
El
contexto socio-político actual se presenta bastante hostil a la clase
trabajadora haitiana. Por un lado se enfrentan a las deportaciones que pretende
el gobierno, ya que muchos trabajadores haitianos, frente a la negativa de sus
patrones de otorgarles los documentos necesarios y el propio gobierno haitiano
que no los dotó de documentos de identidad, se quedaron fuera del plan de
regularización.
Por
otro lado, chocan de frente con la falta
de solidaridad de los sindicatos y trabajadores dominicanos, que ven en los trabajadores
haitianos la causa de sus desgracias. Históricamente se ha confundido al
proletariado de nuestro país, diciendo que la presencia de mano de obra
haitiana reduce sus salarios, pero este argumento se desmonta al observar el
bajo costo que se paga por la fuerza de trabajo en sectores que nunca han sido
permeados por la inmigración haitiana, como es el caso de las zonas francas.
Aun sin trabajadores haitianos, la burguesía seguirá pagando salarios de hambre
y seguirá creando mecanismos como la reforma al Código de Trabajo, que
desmonten los pocos beneficios, que en su lucha contra los patrones y el
Estado, los trabajadores dominicanos han logrado.
En
cuanto a esta situación, las organizaciones verdaderamente clasistas tienen que
definir la agenda a seguir. Se debe fomentar la unidad entre trabajadores y se
debe estimular la toma de conciencia de
clase entre los mismos y hacerles ver que los intereses de clase sobrepasan
cualquier disputa nacional que pueda existir entre nuestros países.
Se debe aupar la lucha, no contra el obrero que tenemos al lado, que sufre las mismas vejaciones que nosotros y se hunde en la miseria, sino contra la burocracia sindical, que nunca han defendido verdaderamente nuestros intereses y contra el enemigo que tenemos en la burguesía, la cual no tiene reparos nacionalistas a la hora de explotar mano de obra asalariada.
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