miércoles, 30 de abril de 2014

La izquierda dominicana y la autocrítica

Ningún partido, movimiento o esfuerzo político que se precie y que pretenda lograr cambios reales en la sociedad  puede estar al margen de la autocrítica y lo que  conlleva.

La autocrítica es un mecanismo indispensable en el trabajo político, es el reconocimiento de los propios errores al que están obligados los miembros de los partidos comunistas, método iniciado durante el leninismo, pero que tiene su origen en la propia dialéctica marxista.

Se debe siempre usar la autocrítica como una herramienta dialéctica que nos permita ir evaluando nuestro quehacer político desde el inicio de un proceso hasta su final. Es un principio que expone tanto nuestro trabajo colectivo como nuestro accionar individual. Es ésta la que nos permite poner sobre la balanza de la objetividad nuestros éxitos y nuestros fracasos y que nos va a decir lo que hemos venido haciendo bien y lo que hemos hecho mal y por tanto se debe de cambiar.

La izquierda dominicana muchas veces hace oídos sordos a las críticas que surgen fruto del trabajo político que realiza y ni hablar de someterse a un proceso de autocrítica. Existen varias razones por la cual la izquierda no hace uso de tan provechosa pero amarga herramienta: por un lado está la soberbia y la intolerancia que invade a la izquierda pequeñoburguesa dominicana, estos sentimientos nos hacen creer que poseemos la verdad absoluta y que nuestras acciones en el campo político son intocables; y por otro lado está el miedo a dejar expuestos nuestros errores tanto ideológicos como en la praxis. La soberbia y el miedo hacen que nos llenemos de subjetivismo y culpemos a nuestros propios compañeros, a sectores sociales y a la derecha por nuestros fracasos políticos.

Esta ausencia de autocrítica no beneficia a los partidos políticos ni a las masas que claman por un político esperanzador, y demostrando que aún no estamos en condiciones de aprender de nuestras experiencias vividas.

Evitar a toda costa evaluar de manera objetiva nuestro trabajo, un error en el que ha incurrido históricamente la izquierda y los grupos populares y sociales de nuestro país.

Si la izquierda pretende hacer un trabajo real y serio, no puede estar exenta del proceso de autocrítica como tal, debe aprender a sopesar el trabajo que realiza y a asumir la responsabilidad de sus propias incoherencias.


La autocrítica pone al margen del trabajo político el mal del autoengaño y nos permite hacer revisión de lo que venimos haciendo y lo que nos falta por hacer. Para hacer los cambios estructurales que tanto necesitan los más desfavorecidos de nuestro país debemos tener en mente que la autocrítica es un principio revolucionario que no podemos obviar.

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