No puede
haber revolución en una sociedad históricamente determinada, al menos en la
sociedad humana actual, sin un núcleo de mujeres y hombres que orienten el
accionar de las masas oprimidas, hacia la materialización de objetivos
estratégicos que hagan posible esa transformación revolucionaria, es decir, no
puede haber revolución sin un partido revolucionario.
Un partido
revolucionario no puede construirse más que alimentándose
de la clase que, en la sociedad en la cual existe ese partido, constituya la
clase revolucionaria.
Es alrededor del
partido revolucionario, construido sobre la base de la clase revolucionaria,
que se han de agrupar las clases explotadas y las masas oprimidas de esa
sociedad, para, juntas, enfrentar y derrotar a la clase o bloque de clases
opresoras y construir la nueva sociedad.
La construcción
del partido revolucionario, el partido de la clase revolucionaria, es, por lo
tanto, la tarea principal y más urgente
de toda mujer y todo hombre que se considere como tal.
Debemos tener claro
que no se puede construir un partido revolucionario con elementos no
revolucionarios, esto es, no se puede
construir un partido revolucionario con mujeres y hombres provenientes de
clases no revolucionarias en esa sociedad históricamente determinada, pues sus
intereses estratégicos de clase, chocarían con los intereses estratégicos de la
revolución, contaminándola y desviándola.
En el partido
revolucionario puede haber elementos de clases no revolucionarias, pero como
excepción, no como regla, como elementos aislados y no como mayoría de su
militancia y/o dirección: la clase revolucionaria debe ser la mayoritaria y
dirigente en el partido revolucionario.
Muy atinado.
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