La clase asalariada en República Dominicana está quizá en medio de la peor situación de su
historia.
A la situación habitual de explotación y miseria de la clase obrera en el país, se le suman ahora otras
grandes amenazas: la reforma al Código de Trabajo Dominicano vigente, con la
cual la burguesía dominicana, en complicidad con el gobierno, pretende eliminar
o disminuir los escasos derechos conquistados por el proletariado durante
décadas de lucha y resistencia; la reclasificación de las pequeñas y medianas
empresas, con lo cual la burguesía pretende deprimir aún más los sueldos de
hambre que paga como salario mínimo, y por último, el maridaje empresariado
gobierno en el Comité Nacional de Salarios, que permite a los primeros imponer
reajustes salariales que no alcanzan ni siquiera para devolverle a la clase
asalariada parte del poder adquisitivo perdido por la inflación, y el aumento
de la presión fiscal para sostener a una burocracia presupuestívora, corrompida
e ineficiente.
En el país hay actualmente 14 salarios mínimos, los cuales se
aplican dependiendo del tamaño de la empresa donde se labore. Entre el salario
mínimo de empresas grandes y las pequeñas, hay una diferencia de hasta un 50%,
como si a los empleados de las empresas pequeñas les vendieran los artículos de
primera necesidad con un 50% de descuento, o los vehículos de transporte
público le cobraran la mitad del pasaje y los servicios se los cobraran a la
mitad.
Las cortes laborales están llenas de personas que demandan su
cesantía por años de trabajo o por despidos injustificados, pues los
empleadores mediante sus abogados se valen de tecnicismos legales para alargar
el proceso ante la vista indiferente del ministerio de trabajo y los jueces
laborales.
La clase obrera en el país está amenazada y asediada por la
burguesía y sus aliados, dentro y fuera del Estado, pero, la historia natural
demuestra hasta la saciedad que al acorralar a la presa se desata su mayor
peligrosidad, empujada al extremo, la clase asalariada en la República
Dominicana está obligada a reaccionar y defenderse con uñas y dientes.
Se impone desarrollar una lucha no sólo por defender los
derechos actuales de la clase asalariada, sino por el establecimiento de un
salario mínimo único, aplicable a los empleados de todas las ramas de la
economía y sin importar el tamaño de las empresas.
Alcanzar ese objetivo es algo que no podrá lograse en el
corto o mediano plazo desde la dispersión y desorganización que hoy
caracterizan a la clase asalariada en el país, ni mucho menos con la actual
dirección de las centrales sindicales corrompidas y arrodilladas ante el
empresariado y el gobierno. Hay que trabajar para materializar y fomentar
nuevas formas de organización.
Ante la debilidad y dispersión en que este reto nos
encuentra, los asalariados dominicanos debemos encontrar nuevas formas de
organización, más generales y creativas, que no se limiten a la
organización dentro de las empresas en que trabajemos para evitar
represalias que aborten el proceso en su fase inicial.
Si
la organización dentro de las empresas resulta altamente difícil y riesgosa,
debemos organizarnos en torno a nuestros intereses generales, para desde ahí y
una vez fortalecidos por la unidad, continuar con la organización interna
dentro de nuestros lugares de trabajo.
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