Cuando hablamos del comunismo, es
inevitable señalar el miedo que se le tiene a dicha ideología. Gente común,
sin siquiera conocer mínimamente lo que es el comunismo, lo que
pregona; sin saber los objetivos que los comunistas persiguen, ignorando
prácticamente todo sobre el mismo, menos su bandera, tiemblan de miedo al
escuchar hablar del mismo.
Muchos intelectuales lo miran con desdén
y desprecio; haciendo uso de argumentos
banales lo descalifican y tachan de anticuado e
inútil.
Incluso las masas proletarias, que al desconocer que el comunismo tiene como objetivo
la emancipación de la clase obrera y la creación de una sociedad sin clases
sociales, de entrada lo rechazan.
A la hora de hacer un análisis
histórico sobre el comunismo en los siglos XIX y XX, sale a la luz que es
la sucia propaganda a la que ha sido
sometido a lo largo de toda su historia el elemento que determina la mala imagen de la que goza
el mismo. Dicha propaganda va en dos vertientes: por un lado tenemos al
imperialismo y a la burguesía de cada país descalificando y luchando en contra
de lo que el comunismo representa, y por otro lado, tenemos una propaganda
igual de dañina: la propaganda que hacen quienes con argumentos y prácticas
erradas enarbolan la bandera del comunismo.
Del primer grupo es de esperarse que
ataque con todo lo que tienen al comunismo: son la clase dominante del sistema
capitalista, saben que los comunistas pretendemos acabar con el statu quo del
capitalismo en su versión imperialista y del capitalismo representado en la
burguesía de cada país, que buscamos destruir su sociedad hasta los cimientos, que en una
nueva sociedad no tendrían los privilegios de los que gozan en esta, ya que
tenemos como objetivo destruir su capacidad de apropiarse del sobre producto
de la sociedad a través de la explotación de mano de obra asalariada, y crear
una nueva sociedad, de ahí que desde
tiempos anteriores a Marx y Engels, vengan con su propaganda
anticomunista, porque saben que la llegada del comunismo significaría el fin
de su sociedad.
Al otro grupo se le debe prestar el
mismo interés. Ese grupo que se hace llamar comunista solo ha sido la pata
izquierda del capitalismo: han jugado un papel netamente contrarrevolucionario,
se hacen llamar marxistas pero tienen décadas divorciados del marxismo, han llegado
al punto de adoptar posturas revisionistas, planteando la necesidad de “modernizar
al marxismo”; hablando de “nuevos sujetos sociales” y dejando a un lado el rol
del proletariado como la única clase verdaderamente revolucionaria en esta
sociedad.
Lo peor de todo es que desconocen
totalmente el daño que con sus posturas e incoherencias le hacen al proceso
revolucionario.
He aquí la tarea titánica que tenemos en frente: derrotar en todos los ámbitos a dichos
grupos y sus ideas. Los verdaderos
comunistas debemos defender las ideas del marxismo, aun sabiendo que seremos atacados férreamente por la burguesía, y
tachados de dogmáticos y sectarios por
una izquierda que hace tiempo perdió el norte de la revolución. Hay que
trabajar arduamente para acabar con el
sistema, para que al final del día, sean los obreros quienes enarbolen la
bandera del comunismo.
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